El juego como derecho del niño y responsabilidad del docente.
El Nivel Inicial, especialmente en la provincia de Buenos Aires, posee una importante
tradición en relación con el lugar que le ha dado al juego en las prácticas cotidianas.
No obstante, en los últimos años, el lugar preponderante que se le ha otorgado a los
contenidos disciplinares desde propuestas sumamente dirigidas, ha desdibujado la
importancia que dicha tradición intentó sostener.
Como adultos- docentes, ¿cuál es el espacio y el tiempo que les ofrecemos a los niños
para el pleno ejercicio de su derecho a jugar?
Ante todo, es imprescindible tener en cuenta que el juego no es algo que el niño realice
“naturalmente”; es decir, no es una capacidad natural sino una capacidad innata. Por lo
tanto, para que esa capacidad se desarrolle es necesario un otro que le dé sentido a
ciertas acciones que el niño pequeño realiza espontáneamente. De esta manera se suma
un significado cultural que, además del carácter lúdico que inaugura, opera como
inscripción de ese niño en la cultura a la cual pertenece.
Si bien la única finalidad del juego es el placer, se podría afirmar que jugando se
producen los aprendizajes más importantes: durante el juego los niños expresan sus
ideas acerca de los temas que en él aparecen, manifiestan sus esquemas conceptuales,
los confrontan con los de sus compañeros. Esto les permite rectificar lo que no es correcto
o no sirve, o ratificar sus ideas acerca de lo que conocen.
Teniendo en cuenta la función educativa central que portan las instituciones del nivel, es
imprescindible un interlocutor que propicie y favorezca el desarrollo de estos aprendizajes.
Este interlocutor debe ser el docente, quien desde una observación atenta y responsable
de cada grupo de niños, debe prever espacios y tiempos, recursos y materiales, para la
habilitación del juego.
Los docentes, como adultos de esta sociedad que tiende a desvalorizar lo creativo y lo
expresivo poniendo el acento en lo que genera un “producto”, casi siempre prevén
actividades que generen aprendizajes posibles de ser sometidos a una categorización de
evaluación cuantitativa homogénea. Así, se pone al niño en situaciones que no se
corresponden con la particularidad de la etapa infantil.
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